Lemon Novecento Un Artista Perdido y Encontrado

Saludos, este es un relato para un reto literario en el que participe, en un foro de discusión de temática fantástica. El nombre Lemon Novecento, es el Nick de un usuario del foro, al que está dedicado este pequeño escrito, no pretendo plagiar el nombre original de la novela de Alessandro Baricco titulada "Novecento La leyenda del pianista en el océano"; ya que esto es algo completamente diferente, espero que les guste.


Lemon Novecento

Un Artista Perdido y Encontrado.


Son velas ahora derretidas que someten el intelecto de nuestro joven narrador, que adormece sus sentidos de forma más inequívoca. Perfecta noche para componer pensó, espero la luna me apoye esta vez…

Después de trabajar en el laboratorio y de soportar a los jóvenes adolecentes a los que les tenía que dar clases de Biología; tuvo varios pleitos con la dirección general de la escuela a la que asistía. Era una época de confusión, teorías por todos lados salían como erupciones de un nuevo planeta. La peor parte era que no eran comprobadas, el origen del ser humanos podía explicársele fácil a un crio utilizando el contexto religioso. Pero Lemon prefería omitir esa parte; aunque de esta manera apoyase el Darwinismo, y se contradijera; ya que nuestro joven compositor tenia una crisis bastante fuerte de fe, había veces en las que su propia teoría era manchada por la generación espontanea, en otras ocasiones apoyaba al creacionismo.

Pero aquel 19 de abril de 1880, tuvo un fiero encuentro con la esperanza de volver a ver nuestra misma esencia artística.

-¡Enhorabuena mi querido Lemon! –Dijo el profesor Richard Rulz cuando bajó las escaleras para abrazar al joven biólogo. –espero el trabajo en esta mitigante sala no haya arruinado tu día, sobretodo porque Alice a preguntado por ti.

-¿Alice?... ¿no se supone que viajó hasta Israel?

- Y no te equivocas –declaró el profesor con severa mirada hacia afuera de la sala. -¡pero ha llegado hasta aquí para felicitaros por tu gran día!

Y en efecto, no solo cumplía veintisiete años, sino que era en ese día cuando la asociación general de la Universidad en la que trabajaba lo mandaría a distintas partes para elaborar una investigación acerca de la evolución de distintas especies y como el lugar en el que se encontraban afectaba su constante cambio y adaptación.

­­-¿Estas nervioso muchacho?

- No del todo, aparte a mí siempre me ha gustado viajar –contestó rápidamente.

Se hizo un silencio que no tardó en ser incomodo. El viento sopló trayendo consigo tantas hojas como le fue posible, que indudablemente eran víctimas del otoño que ahora rugía con su romántica etapa. Aquel viento alivió por momentos el nerviosismo de Lemon, por ver a su antiguo amor, la compañera que siempre ha tenido a su lado, y sobre todo la gran inspiración que en todo momento ha hecho en el joven biólogo una profunda reflexión de lo que para el significa el amor.

Después de algunos segundos que para el muchacho con suerte habrán sido siglos el profesor regordete lo rompió con un tosido realmente estruendoso.

-¿Aun sigues enfermo, verdad Rulz? –preguntó Lemon con una preocupación que sus ojos claramente delataban.

- Si, aun la padezco –se limitó a contestar el profesor, y después de algunos segundos dijo por fin. - Vámonos ya a cenar, tengo reservaciones y no he de perderlas por nada muchacho suertudo - dijo Richard entre risillas levemente irónicas.

El plato de Lemon, lleno de diferentes guisados casi causa en el muchacho un desmallo inevitable. Realmente era demasiada comida para el solo, casi se arrepiente de haber ido con el profesor a uno de los buffet mas famosos de la ciudad; y lo que era aun peor, dejar que el le sirviese.

-¡Vamos muchacho!, es tu ultima gran comida antes de tu expedición. ¿No quieres cenar?

- Por supuesto que quiero –contestó Novecento con severa convicción después de percatarse de que su interlocutor había terminado casi por completo todo cuanto se había servido, lo cual era mucho mas de lo que Lemon pudiera imaginar comer. –Solo déjame comer despacio –continuó –todo esto no se va tan fácil mi querido Richard.

Después de la larga y amena platica entre ambos profesores en el lujoso restaurant, Lemon no dejaba de pensar en Alice. ¿Cómo estará?, ¿Qué tanto habrá de platicar con ella?, ¿Aun tendrá el legendario afecto entre la misionera religiosa y el escéptico profesor? O lo que causo mayor zozobra en el: ¿Por qué aun no había llegado?...

-Richard… Alice aun no ha llegado, ¿te dijo que vendría hoy?

- Desde luego, vaya que se ha retrasado. Ya debe venir en camino. –dijo Rulz con tono aliviador para el ansioso Biólogo.

Los pensamientos de Lemon se encontraban en un total alivio. Quizá no tendría que pasar momentos incómodos con alguien que no veía desde hace siete años. Aunque otra parte de su ser deseara a toda costa ver su tierna cara, tan pálida, tan expresiva cuando sus hermosos ojos azules lloraban y dejaban entrever sus sentimientos, cuando sus cabellos del color de la noche brillaban, haciendo contraste con la luna de su piel. Realmente era una mujer hermosa. “La doncella Nocturna” como el la llamaba, cuando la invitaba a que viera algunas de sus pinturas o poesías, o también cuando componía alguna pieza en su piano. El realmente recordaba aquellos momentos con inquietante nostalgia; y así se dejo envolver por un laberinto de memorias, dejándose llevar por un mar lento y triste de vagos recuerdos, que para alivio de su ser, se desvanecían. Era como si su misma mente se preocupara por su bienestar psicológico.

El trance de Lemon fue bruscamente interrumpido por el estrepitoso trueno que anunciaba una gran tormenta. El joven se sobresaltó y por fin volvió a la realidad.

-Richard… muchas gracias por la cena –después de una pausa para terminar de beber lo que quedaba de su vino continuó. –Pero ahora ha empezado a llover, son la siete de la noche y es hora de que empiece a preparar mi maleta, espero no lo tomes a mal.

- No para nada mi amigo. ¿Quieres que te acompañe?, solo déjame pagar la cuenta he iré por mi abri…

- No es necesario –lo interrumpió. –aparte con tu enfermedad preferiría que permanecieses aquí hasta que termine de llover.

El viejo profesor asintió con gesto inconforme, y después de eso Lemon partió hacia su casa.

La tormenta desató parte de su furia sobre el joven profesor. Cuando tomo el sendero oscuro como algunos le llamaban para dirigirse a su enorme casa, patrimonio de su padre, pudo pensar cosas realmente desagradables. Podría decirse que el lúgubre camino contagió en su mente tantas imágenes horribles como le fue posible soportar. Al dar vuelta en el enlodado atajo, percibió la presencia de una mujer que yacía recostada en el jardín enfrente de su casa.

Rápidamente corrió hacia ella para socorrerla y tratar de ayudar en lo que fuera posible. El corazón de Novecento empezó a latir fuertemente cada vez que se acercaba y le gritaba; ya que poco a poco le pareció familiar la mujer que estaba parada a espaldas del apurado joven.

Cuando llego hacia ella y la tomo por los hombros para verle la cara, a Lemon le costo trabajo pronunciar su nombre, pero al fin lo dijo:

-¡Alice!...

La llevó cargando hasta su casa, donde prendió fuego para que se calentara. Estaba empapada, y su mirada estaba totalmente perdida. Calentó un poco de sopa y le llevo una toalla para que se secara.

Tan pronto como el la refugio, Lemon no se podía aguantar las ganas de preguntarle que estaba haciendo allí recostada, dejando que el llanto del cielo la cubriera. Pero la mirada tan inexpresiva de Alice le llamó más la atención que otra cosa.

-¿Estas bien? –preguntó al fin el muchacho.

Ella no contestó, solo estaba sentada en el sofá viéndolo como si fuese un fantasma. De súbito se irguió hasta donde estaba el, posándose muy junto y enfrente. Lemon no podía respirar, todo el cuerpo le temblaba, era algo sumamente extraño; repentinamente Alice le toco la cabeza y abrió los ojos que hasta entonces estaban entrecerrados. Después de eso, todo fue oscuridad para el joven profesor.

Despertó en su propia alcoba, tenia la cabeza dándole vueltas, los ojos le lloraban, algo le causaba escozor. Estaba muy cansado, pero dentro de todo eso lo más importante era que estaba escuchando Música. Así es, su piano estaba siendo tocado. Cuando se volvió hacia el, Alice sentada y con un atuendo diferente a como el la había dejado estaba tocando una bella melodía que no causaba mas que melancolía en la mente de Lemon.

Dudoso, se acercó hacia ella para hablarle, pero antes de que Novecento pudiera articular una palabra, la bella y suave voz de Alice hizo por fin su aparición.

-Tú… ¿Tú sabes hacer esto? – Dijo la joven cuando tocó una pieza corta pero de belleza tremenda para los oídos de cualquier sensible a la música.

Por su parte el joven biólogo, tenía muchas ganas de preguntar que es lo que estaba ocurriendo; sin embargo algo dentro de el lo obligó a seguir la corriente de la enigmática Alice.

-Si, lo se hacer y también decir lo que significa cada sonido.

Tras haber escuchado eso, Alice se levantó del banquillo para sentarse en el escritorio de Lemon. El muchacho se percató de que algo no andaba bien; ya que a la luz de las velas podían infligir en el una sombra común y corriente, pero en el caso de la joven no era así. Ella podía andar cual águila en la montaña sin ninguna sombra que haga eco a sus acciones.

­ -Esta poesía me la habías dedicado a mi… ¿Por qué ya no escribes? –preguntó la muchacha señalando un poema escrito en una hoja manchada y maltrecha.

-He cambiado Alice, así como también mis maneras de expresar amor, compasión y dolor. Igualmente quiero que me disculpes por que mi fe ha sido borrada de mi mente –declaró con cierta aflicción, aun sin entender que estaba sucediendo.

-Interesante –opinó Alice con voz tranquila.

Tras haber pasado diez segundos los cuales Lemon había contado con desesperación, la joven religiosa se paseó por toda la habitación y ocurrió algo que solo el podría a vérselo imaginado en la irrealidad del pensamiento. Toda la silueta de Alice se deformó dando origen a solo un abstracto contorno de un humano, y también su voz se escuchaba distante como si fuera producida por un eco a kilómetros de distancia. La habitación también cambio de forma, y nuestro confundido profesor pronto se encontró en un teatro magnifico de arte francés de lo mas lujoso.

-¡Hay de mi!... desdichado, mi pobre corazón que latía fuerte por nuestro amor. He de salvarte amor mío de las garras de la revolución, para ir juntos al encuentro de la luna; que en estos momentos se encuentra con deseos de ser testigo de nuestro amor eterno…

-También iré con voz mi dulce Eliseo, pero la guerra no ha de menguar… ¿Cómo puede nuestro amor, no cometer el mismo error?

El telón se cerró y Alice eufórica se levantó de su asiento y aplaudió con todas las fuerzas que tenia. Lemon estaba confundido, no era capaz de asimilar tan delirante suceso. Después de ello, el telón se abrió nuevamente y ahora en el escenario se encontraba un banco y un lienzo, y justo de frente un sofá digno de la alcoba de una princesa.

-¡Acompáñame! –dijo la muchacha cuando tomó la mano de Lemon y lo condujo hasta el principio del panorama teatral.

-¡Alice!... ¿Qué es lo que haces? –pregunto extrañado al observar el cuerpo de su compañera sin prenda alguna.

-¿Pues que no es evidente?, quiero que pintes mi cuerpo y lo transformes en cualquiera de tus vertientes en arte –Hizo una pausa para mirar de forma seductora a su interlocutor y continuó –Por favor, o ¿no eres capaz?

Lemon se quedó callado y comenzó. Mientras pintaba no pudo ignorar los bellos sonidos que escuchaba. Podía claramente deleitarse con un crudo y frio sonido de un chelo, y después con un dichoso chillido de violín; y aunque no podía entender lo que sucedía, tampoco pudo ignorar que el escenario de madera paulatinamente estaba desapareciendo, dando lugar a flores, césped y arboles. Sin que Lemon pudiese medirlo, ya se encontraba en un hermoso jardín. Se perdió la noción del tiempo, Novecento ya no podía distinguir entre cada hora, minuto y segundo que pasaba ante tan utópico paisaje.

El pintor terminó su obra, y lentamente y muy despacio el paisaje comenzó a evaporarse dando lugar a una habitación oscura y de lúgubre aspecto.

Cuando Alice fue a ver lo que su gran maestro le había preparado, no pudo evitar que lagrimas como bellas perlas corrieran entre sus delicadas mejillas. El al contrario de la muchacha sentía algo en su mente, era como tener frio, como si alguien estuviese en peligro; aquel sentimiento era totalmente ajeno a el, pero lo tenia muy presente y no lo dejaba respirar.

Ambos se miraron un largo tiempo los ojos, y aunque Lemon sentía gran desasosiego dejo poco a poco su mente en blanco para dejarse llevar por la hermosa mirada de Alice, su hermosa Alice…

Los brazos del muchacho embelesado sujetaron fuertemente la cintura de la joven, y ella hizo lo mismo, y muy despacio acercaron sus rostros para llegar por fin al inminente final…

Su beso fue largo y realmente hermoso, en esos momentos Lemon no deseaba ir a ningún lugar, ni tampoco pensar en otra cosa que no fuese estar en los brazos de Alice y besarla con todo el sentimiento guardado durante siete años.

La misionera se separó de el y cuando volvieron a escurrir lágrimas de sus lagos azules como ojos pronuncio con voz taciturna.

-¿Por qué no has pintado?, ¿Por qué no has escrito?, ¿Por qué no has compuesto ninguna pieza?

-Me faltas tu en mi vida, eso esta claro… no podía pedir mas, estoy completo ahora –logró decir con seguridad

-Pues espero tengas fuerzas, por que bien sabes que tus encantadoras creaciones no tienen fin… -dijo con melancolía –Pero los humanos si lo tienen

-¿A que te refieres con eso?... Alice… ¿¡Alice, a que te refieres con eso!?

-Que ahora puedo estar tranquila. Le pedí a Dios volver a verte, y sentir una noche más de tu cálido afecto –Afirmó Alice con tono de despedida para al fin concluir. –Es hora de despertar mi amado Lemon, y no olvides crear, que la grandiosa mente que tu tienes no se debe desperdiciar. Prométeme que no lo harás

-Alice no entiendo, que es lo que quie…

-¡Prométemelo! –lo interrumpió.

-¡Alice te lo prometo!

Cuando Lemon terminó, un gran suspiro le puso la piel helada. El ahora que no creía en las cosas inmateriales que pueden crear armonía y pasión, estaba presente en algo que no era natural. Después su mente volvió en si; y el pronto pensó que esto no era posible, solo podía tratarse de un sueño. La imagen de Alice se borró por completo así como toda la habitación…

Cuando Novecento se paró para tomar un vaso de agua, se percató dela hora que era, pronto hizo su maleta y salió disparado hacia la primera diligencia que se topase.

Pronto llegó a la Universidad, y noto que estaba muy sola. Algo no andaba bien. Fue a la sala de los profesores y tampoco había nada. Extrañado fue hacia el jardín donde se encontró con varios profesores y alumnos que vestían de negro, y por sus rostros estaban afligidos. El joven biólogo pregunto que es lo que estaba ocurriendo, y cuando le dieron la noticia casi cae rendido ante lo injusta que es la vida.

Alice, que se le había echo tarde para ver a Lemon, fue a la Universidad para ver si ahí lo encontraba, aunque la tormenta estuviese de lo mas espantosa. Cuando cruzó la calle, una diligencia que había perdido el control se abalanzó hacia ella, y aunque una mano quiso salvarla, también fue desastroso para el individuo. Ambos murieron… Su amor Alice y su gran amigo el profesor Richard Rulz.

Subieron su maleta a ala diligencia para encaminarse a Francia y tomar un barco he iniciar su viaje. Lemon Novecento nunca olvidara lo que pasó el día de su cumpleaños veintisiete. Como tampoco la promesa que le había echo al espíritu de su amada. Que en su mente no cabía la menor duda de que no solo fue un sueño, sino que pudo despedirse de ella y volver a ver su belleza, sus ojos y su pasión.

No sabia si lo que sucedió fuese un Drama para el diablo, o una comedia barata para Dios. De lo que estaba seguro, era que sentía una paz inmensa en su interior y de que el, nunca entenderá a Dios, y por que lo hizo; sin embargo sin derramar una sola lagrima aun a pesar de quedarse solo en un día gris sin sol pudo recordar con alegría que ahora era un artista no un científico.

Al primer sendero ajeno a las calles de la ciudad, pidió al conductor que parara, para sentarse en un muelle observando el lago y percatarse de que el sol estaba saliendo… y de que las nubes doradas tenían la forma de su gran amor, y de su gran amigo… Nunca sintió tanta paz como la que ahora sentía.


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